martes, 28 de febrero de 2012

De la soledad inteligente

Hoy amanece muy pronto, antes que el sol mismo. Un despertar de pegamento, que hace costoso comenzar un día más. El ritmo alto. Pero la máquina estaba preparada, engrasada para funcionar de manera enérgica. Los días pasados a igual ritmo alto, quizá es eso lo que energiza la mecanizada. Se transporta, actúa, ejecuta, pregunta, responde. Reflexión, también engrasada, en una agilidad arrolladora que le permita avanzar su línea a pisadas firmes, al lado del abismo, que contempla poderoso, no ve el final de su línea, pero la recorre decidido. Hay dudas, constantes, pero llevan un paquete adjunto, la decisión. O es al revés, son las dudas las que vienen adjuntas. Da lo mismo, lo recorre encontrando muchos puntos de información, unos toscos, otros torpes, otros valiosos, otros cálidos, útiles, desastrosos... hay de todo. Pero son puestos fijos que se dejan en el curso de su línea. Por el camino se encuentra piedras que recoge, le parece que es lo que tiene que hacer, lo que le hace sentir sus músculos, lo que agiliza su reflexión. Lo que le hace mejorar. Pero son pesadas y cada vez hay más. El sol mientras tanto recorre la bóveda. Traza un arco y mientras bailan las sombras la línea se perfila. Y el ocaso, y la noche. Ya quedan pocos escalones, pero está cansado, solo y feliz.

viernes, 24 de febrero de 2012

De la decadente universidad

Lo siguiente viene al hilo de esta entrada. En lo que respecta a la facultad de Ciencias de la Información de la UCM esto es lo que pasa a todas luces. Llegas a primero, con energía con ilusión, por fin has salido del instituto que se te quedaba pequeño, has descartado las asignaturas que no te interesan. Ahora vas a estudiar sólo lo que te gusta, todo es maravilloso, un mundo de posibilidades, conoces gente nueva, profesores que van a abrir la cerradura de tu mente. Al llegar a las clases te das cuenta de que esto no es así. Algunos sí son verdaderos ejemplos de docentes excelentes, que sacan lo mejor de ti, pero otros te das cuenta de que no aportan mucho, que sus clases son pasar el rato esperando que la nota te caiga de su despacho. Así el joven estudiante pasa primero y aunque se ha llevado alegrías y decepciones sigue con ilusión, no se la van a tirar unos pocos profesores mediocres.
Comienza segundo, el panorama empeora, profesores vanidosos, otros que enseñan humo, otros que te repiten el diagrama de la comunicación emisor receptor hasta la saciedad y que enarbolan un teléfono móvil en sus clases como paradigma de la comunicación moderna. El alumno se pregunta si ha sido solo por este año, solo salva a un par de los 8 profesores que ha tenido.
Tercero será otra cosa, y sí, él tiene suerte, pero sabe que en los otros grupos hay verdaderos cocos, ya conoce a unos cuantos profesores y los pasillos se llenan de historias de lo más surrealista, como la del profesor que aprueba si le limpias el despacho, o el lunático que en una asignatura que se llama Producción en nuevas tecnologías de la información te desgrana el funcionamiento de la lynotipia, máquina que lleva décadas en desuso. A alguien se le ocurre el ingenioso título: Nuevas tecnologías del siglo XVIII para la producción informativa.
El joven estudiante ya va haciendo callo, tres años le han servido para darse cuenta de que si no es por él, por su ilusión propia o por aquella que logre arrancar de ese par de buenos, brillantes profesores y profesoras que tiene la suerte de conocer cada año, no logrará la motivación de seguir con lo que eligió para estudiar.
En cuarto pasa a otro estado, ahora la veteranía le dice que no se corte en criticar al profesor, siempre y cuando lo haga con cautela. En este curso se topa con uno de los especímenes más pintorescos de la carrera. Un tipo que es un pavo fanfarroneador, ideal compañero de bares, pero pésimo en la docencia. Ni programa, ni orden, ni materia, la clase se reduce a una suerte de anecdotario mezclado con las reflexiones de quien se ha leído un par de libros y se cree inspirado. Falta fondo, falta forma y al hombre le gusta que se lo trabajen entre los pasillos, la cafetería y los despachos. Como si fuera el chico popular saluda o discrimina a los alumnos como le viene en gana. Se jacta de su vida profesional, de las pericias que tuvo que hacer en aquella maravillosa juventud para lograr tal o cual exclusiva. Pero es un pobre diablo, en el fondo te da pena. No quieres eso, no quieres convertirte en ese tipo de persona, pero la barrita de ilusión la tienes casi a cero.  A estas alturas el alumno busca la motivación en proyectos al margen de la enseñanza universitaria, la carrera te ha dado para conocer a muchísima gente y los ratos en los bancos sirven para pensar mucho.
Ya ha llegado quinto, si todo sale bien pronto podrás salir de allí. En quinto el pragmatismo se ha apropiado de tu vida académica. El fin es acabar, sabes que has exprimido al máximo tu preciosa estancia en este lugar, y a pesar de que te lo has pasado en grande, que has aprendido lo que has podido y que has conocido a quien tenías que conocer sientes que toca fin de ciclo. De modo que ya no buscas esa calidad en la docencia, ya te han minado, has gastado cartuchos en luchas vanas, has visto como en la junta de facultad se acusó a un profesor con pruebas de haberse dormido en sus clases, de pasar de la asignatura y de los alumnos y comprobar cómo un grupo de profesores se posiciona en su defensa, blindaje hermético. Sistema 1 alumno 0.  De modo que ya no te preocupan unas tareas o trabajos inútiles, infructuosos, si hay que aprobar con ellos se hacen con una sonrisa grapada en la cara. Tu sabes qué es lo correcto y que no. Has reflexionado sobre asignaturas y profesores, has puesto en tela de juicio aquellos conocimientos que parecían de relleno, sin contenido, sin utilidad, sin calidad. De modo que no hay culpa en ser pragmático y querer pasar página. Además vislumbras una nueva batalla, el becariado, ese peregrinar por el desierto con miserables sueldos prorrogables hasta casi el infinito, o como el caso de aquella amiga que tuvo que depositar 100 euros para poder hacer sus prácticas (no fuera a ser que saliera huyendo tras encontrarse el panorama, que en efecto resultó ser para salir pitando). Los contratos de tres meses en los que no se sabe hasta el día de antes si podrás continuar. Pero yo sé hasta cuándo se puede continuar, hasta el límite de tiempo becado, más allá es tratar de mirar en la niebla. Trabajos de mierda que el joven periodista se esfuerza en realizar porque quiere meter la cabeza, y con ese pensamiento en el que todos caemos sufrimos la prostitución de nuestra profesión. Porque mucha de la gente que sale hasta lo hace gratis. Pero ese ya es un tema laboral del que no trataré en este momento.
Quizá pasados unos años te pases a mirar cómo va ese edificio gris (para quien no lo conozca esta facultad es un mazacote de hormigón enorme)  y sus chavales, algunos con granos todavía en la cara. Inocentes criaturas, yo era igual…
No quiero acabar sin encumbrar la labor de unos pocos profesores, que son los que mantienen un mínimo de calidad en esta facultad y como estos los que haya en otras universidades. Sin ellos la aventura académica superior sería el desastre total. Ellos son los que hacen que el barco no se hunda del todo. Ellos son el ejemplo de entrega e ilusión por uno de los trabajos más increíbles que puede tener el ser humano y es hacer perpetuar el saber de la especie en sus nuevas generaciones. Algo tan precioso no debería dejarse en manos de gente negligente.

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