domingo, 8 de abril de 2012

De porqué Dios ya puede irse de vacaciones


Es común salir a la calle sin preguntarse acerca de la libertad que uno tiene. Las calles están recargadas con todo tipo sistemas de control. En grades ciudades verdaderos ejércitos policiales recorren sus espacios. Si estás parado demasiado tiempo en un lugar es posible que se acerquen a pasarte "el código de barras" punto de control, todo sigue en calma, no se ha salido del tiesto, tome la documentación y no se detenga.
Las televisiones periodicamente nos regalan noticias de actuaciones policiales, paquetes de drogas y fajos de billetes de colores perfectamente ordenados, el aparato funciona, los malos han sido derrotados, advertencia a los futuros malechores, ellos os cogerán. Redadas en los barrios más miserables, brillantes patrullas en los más pudientes. Que los de abajo no estén tranquilos, que sientan el aliento del sistema tras de sí, no vaya a ser que hagan por cambiar el status quo. Se trata de hacerlo más complejo, la vida debe parecer una maraña, complicado si no haces lo que de ti se espera. Los nuevos dioses de lo bueno y lo malo, el pérfido pecado de no portarte como uno más te será devuelto en forma de estricta presión. No trates de aborrecer sus cajeros, sus abarrotados comercios, no trates de explicar que hay otra vía. Eso no está bien visto.
El lenguaje es otra herramienta. Asocia un sentimiento negativo a una palabra, a un concepto, repítelo hasta el hastío, el significado de la palabra, lo que representa será aborrecido, temido, ahí el ejemplo del antisistema. Que da miedo, da pavor. El juego del lenguaje, con pocas palabras no se puede pensar. Si no conoces más herramientas usas las que tienes. 
De modo que desde hace ya mucho tiempo Dios puede permitirse ir de vacaciones, él ya no es necesario, ahora hay métodos más modernos, las porras son los nuevos dioses, las hipotecas, las redadas, los desahucios, las políticas fiscales del recorte, la negación de la cooperación social. La pérdida de identidad colectiva de especie. El individuo por encima del colectivo. Eso es lo que se ha logrado. Ahora sal a la calle y trata de pensar que eres libre, porque puedes ir a comerte una hamburguesa o un café, pero recuerda, que esa cámara de arriba es el Dios en quien no crees.



miércoles, 4 de abril de 2012

De una característica del sistema que habitamos

A la rapiña, voladores e insaciables. Son los seres que sobreviven, que devoran, y que acuden a dónde pueden saciar su personal interés. No hay más, pajarracos o personas, se mueven con los cambios, mueven sus cuerpos, y se antojan interesados. Desde siempre existen seres así, no pasa nada, forman parte de toda la realidad. Pero hay que saber quienes son. Normalmente ambiciosos, casi siempre codiciosos. Si enciendes tu televisor puede que los veas, se apelotonan tras las cámaras, eso algunos, otros prefieren no ser vistos, trajinar al amparo de las sombras, de la discreción. No son tontos. 
De modo que armas de seducción, dulces trinos, amables gestos pero con picos voraces que desgarran. La preciosa apariencia del compacto plumaje, brillante, colorido. Son admirables, lo que ofrecen es sugerente. Me dejo llevar y te dejas llevar... Y todos jugamos con ellos, mientras realmente son ellos los únicos que se divierten. Por eso dominan el mundo. Cuando salimos a la calle ya estamos en sus manos, brillantes luces, camionetas pintadas, son de ellos. Otros dicen dar la cara, los atriles de madera, los graznidos, los cantos, unas veces pían melodías otras nos perforan los tímpanos. Pero siempre siempre, lo que desean es comer más que tu, y más que todos.

lunes, 2 de abril de 2012

De la mosca en el bigote de Dalí

Había sido un niño sustituto, y así lo decía su nombre, heredado de un hermano fallecido. Debía no ser él, sino su hermano, y eso a la larga pesa, una cárcel en vida, un teatro perpetuo. No puede ser él, tiene que ser ese otro. Quizá por ello a lo largo de su vida vivió o mostró cierta dualidad, gustaba de hablar de varios Dalís. Uno enfrentado a otro, uno que corría otro que escapaba. Pero la personalidad verdadera lucha por salir, y resquebraja el hormigón que lo apresa. Sale proyectada una manera de ser estrambótica, alejada de los cánones, en la que se refugia de sus tormentos interiores, de los miedos, de la autoestima carcomida. Con trazas de anomía, pasó por Madrid como un chico raro, que vestía de manera extraña. A pesar de ello hizo amistad con Federico, que componía versos, y con Luis, apasionado del cinematógrafo. 
Peculiar, presentaba un bigote imposible, estilizado a base de azúcar de dátil, porque en ese momento era un apasionado de las moscas limpias, las que se pasean por detrás de las hojas de los olivos. Se ponía miel en la comisura de los labios y esperaba a que una de ellas se acercara, poco a poco, hasta llegar al dulce líquido. Cuando estaba en el punto exacto cerraba de un gesto los labios y la mosca quedaba atrapada en forcejeo. Al vibrar con su aleteo producía enorme placer al artista. Era esta una relación especial, la mosca y Dalí, y más aún aquella que se posó en su bigote, uno de los momentos más maravillosos en la vida de Salvador.



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