martes, 13 de diciembre de 2011

De cuando sales y te ves

Cuando a veces no sabes que es yo, es extraño, pasa que por un instante sales del cuerpo tomas conciencia ligera y dices, soy yo, hay muchos más pero este soy yo, yo piloto ese cuerpo, yo domino sus gestos, sus movimientos, me transportan esas piernas. Y rápidamente sin esperarlo vuelves a entrar. Has sido testigo de que existes, te has parado por un segundo de todos los que tiene el día a ser consciente de ti mismo, no lo entiendes, nadie te lo ha explicado y ahí estabas tú. Ahora tomas aire, lo saboreas, y si estas en la ciudad ya sabes que regusto negruzco deja en tu papilas, pero es sinónimo de vida. Tantas peleas, tantos llantos, tantas promesas y  tantas risotadas que atreviste a partir delante de tus compañeros de viaje. Aquellos que te acompañan, los que vienen los que van, los que te hicieron pensar y quienes meramente fueron alguien accesorio. No te sientas mal por ellos, unas veces se es protagonista, otras no, las más. Pero de eso se trata, de recorrer las esquivas esquinas que se van pintando, que de gris pasa a verde y de verde al color de sus ojos. Y es que te acuerdas de ellos porque una vez se cruzaron un par de miradas y el lío se montó, se enmaraño como las raíces a las piedras que las sostienen. Estaba armada la batería de sentimientos que explotarían en cuanto se desenfundara el primer sable de palabras encriptadas en intenciones subterráneas. Que no hay tiempo a veces y que el tiempo y el tiempo, son objetos que a ti y a mí se nos escapan. Pero siempre tienes tiempo de salir y verte, y saber que eres tu. Ahora el entrelío de los danzantes entretejido entre entrañas de indesentrañables poesías se sirve en bandeja para que todos los que una vez supisteis que erais vosotros, pudierais haceros eco de aquella extraña sensación que a veces padecemos, la de ahí estamos.

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