Arleq no es cobarde, siempre sabe llamar la atención. En los juegos de la mente sabe sacar partido a los regocijos encendidos, y sabe más de la experiencia de lo que piensan las conciencias. Las de los letrados, los divinos y todos los de los lados, quienes supieron un momento dado deambular por los jardines. Y es que el juego continúa, y juguetes de boca boca entrelazan conexiones. Las pasiones, los olvidos y todas aquellas situaciones, verdinegras, en campos de enciclopedias. En acompasados movimientos, surgen del techo emblemas muertos, que ya no significan nada, que se han perdido en favor de la esperanza, de encontrar gargantas tronadoras, entre copas y pomposidad barata. Arleq se mueve y balancea e hipnotiza a quien lo contempla. Es bello, es dinámico, es algo casi panorámico. Sucede como otras veces en las que los quehaceres y las notas musicales hacen el amor sobre portales. Arleq no conoce, se hace el sueco, es impasible ante los necios, adolece de rebeldía en las noches y en los días. Lunas vinieron, se posaron como mariposas, se enrolaron en una empresa algo turbia, reconocer verdades en las caras de las gentes, las que llegan las que parten, las que no se sienten distantes, las de los viejos, las de los niños, todos aquellos que en infancias se encontaron con él, con Arleq, el que viene a contarte... el que viene a contarte... el que viene a contarte...
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