Es común salir a la calle sin preguntarse acerca de la libertad que uno tiene. Las calles están recargadas con todo tipo sistemas de control. En grades ciudades verdaderos ejércitos policiales recorren sus espacios. Si estás parado demasiado tiempo en un lugar es posible que se acerquen a pasarte "el código de barras" punto de control, todo sigue en calma, no se ha salido del tiesto, tome la documentación y no se detenga.
Las televisiones periodicamente nos regalan noticias de actuaciones policiales, paquetes de drogas y fajos de billetes de colores perfectamente ordenados, el aparato funciona, los malos han sido derrotados, advertencia a los futuros malechores, ellos os cogerán. Redadas en los barrios más miserables, brillantes patrullas en los más pudientes. Que los de abajo no estén tranquilos, que sientan el aliento del sistema tras de sí, no vaya a ser que hagan por cambiar el status quo. Se trata de hacerlo más complejo, la vida debe parecer una maraña, complicado si no haces lo que de ti se espera. Los nuevos dioses de lo bueno y lo malo, el pérfido pecado de no portarte como uno más te será devuelto en forma de estricta presión. No trates de aborrecer sus cajeros, sus abarrotados comercios, no trates de explicar que hay otra vía. Eso no está bien visto.
El lenguaje es otra herramienta. Asocia un sentimiento negativo a una palabra, a un concepto, repítelo hasta el hastío, el significado de la palabra, lo que representa será aborrecido, temido, ahí el ejemplo del antisistema. Que da miedo, da pavor. El juego del lenguaje, con pocas palabras no se puede pensar. Si no conoces más herramientas usas las que tienes.
De modo que desde hace ya mucho tiempo Dios puede permitirse ir de vacaciones, él ya no es necesario, ahora hay métodos más modernos, las porras son los nuevos dioses, las hipotecas, las redadas, los desahucios, las políticas fiscales del recorte, la negación de la cooperación social. La pérdida de identidad colectiva de especie. El individuo por encima del colectivo. Eso es lo que se ha logrado. Ahora sal a la calle y trata de pensar que eres libre, porque puedes ir a comerte una hamburguesa o un café, pero recuerda, que esa cámara de arriba es el Dios en quien no crees.