martes, 27 de marzo de 2012

De leones viejos y guapas fugaces


Ahí estaba con varias copas, pensando que su día a día era una verdadera mierda. Gastando parte de ese miserable sueldo en unas copas de garrafón explícito. La bella botella de Tanqueray sólo era apariencia. Las noches pasadas fueron un desperdicio, el detestable tufillo del patetismo se iba apropiando de su vida minuto a minuto. 
Tres días antes había pasado lo que estaba escrito, ella le dejó con tres palmos de narices, y era lo más normal dadas las circunstancias. El tiempo había hecho de él un arrogante descuidado, y ella no se merecía eso. Ya no había velas del IKEA en la mesita de noche, no había salidas de esas a la montaña. Las noches de veladas se esfumaron. De su lengua la mala gana, de su gesto el destierro de la ternura y de sus manos los ágiles movimientos dieron paso los torpes y desganados. Ya no era el mismo, maldita condición humana que pierde lo que no valora. Como magistral movimiento de pieza de la vida que alecciona con plomo. En la tarde de hoy había salido de su curro de mierda con la mente quemada, quemada por la repetición de los mismos pensamientos. La venganza de su apego por ella, el mismo apego con el que llenaba sus tardes con ella de desprecio y baratas burlas. Tras un zigzagueo por las calles de la periferia tomó el bus para el centro. Un espejismo de autoestima lo empujaba por la tarde noche, camino de un glorioso levantamiento, ¡Soy un gran tío!- se repetía- y esta es mi noche. Y una mierda. La noche comenzó apestando, y para él acabaría apestando aún más. Tras 7 cañas y 6 copas estaba preparado. Y esa muchacha que se divertía con sus amigas se iba a enterar de ello. Enfiló la barra, esquivó a un grupo de chavales jóvenes y se colocó a su lado. -Hola simpática, ¿Estás sola?- ¡Qué pregunta...! -Pues claro que no, si lo hiciera podría encontrarme tipos como tu y ese no es el plan. 

Rápida la muchacha se escabulló y se refugió con sus amigos, dándose un prolongado beso con uno de ellos, un precioso chaval con barba y rizos. Estos no son tus días viejo león, se decía a sí mismo mientras dejaba atrás el garito, no sin antes dejar un reguero de su característico tufo a patetismo.

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